Valoramos la vida cuando sufrimos una pérdida irreparable, cuando nos dicen que esta se acaba o cuando estamos en el cenit de nuestra existencia.
Lo cierto es, que no vivimos el presente. En estos tiempos en los que pensamos que tenemos de todo, y que podemos hacer todo aquello con lo que soñamos, es probablemente la época en la que menos sabemos exprimir el jugo a la vida.
Entre notificaciones de redes sociales, trabajo, estudios y un largo etc, postergamos lo realmente importante, dejamos para otro momento las pequeñas cosas de las que se compone la felicidad, esas menudencias que pensamos prescindibles pero que, sin lugar a duda deberían ocupar el lugar más privilegiado en nuestro día a día.
