lunes, 20 de agosto de 2018

El entorno como transmisor de valores

La Educación en Valores es algo un tanto subjetivo y difícil de acotar. Todos los profesionales de la educación y en general la sociedad demanda una enseñanza moral adecuada, pero ¿cómo podemos hacerlo de manera efectiva y significativa?

El entorno por sí mismo es un gran maestro y es que, gracias a él podemos aprender pautas de convivencia adecuada en lo que respecta al respeto por el prójimo, por el medio ambiente, y de modo global por todos los seres que en él habitan.


El inicio de la enseñanza de valores ha de comenzarse bajo la perspectiva Roussoniana de no hacer daño a los demás. El respeto, la tolerancia y el amor han de ser piezas clave en la formación del individuo. El primer paso para tolerar es el respeto y a su vez, el modo de llegar a respetar, radica en el amor. Todos y todas respetamos y toleramos aquello que amamos, eso que sentimos nuestro y que por ende deseamos proteger a toda costa.

Lo primero que el sistema educativo y la comunidad ha de plantearse es aquello que anhela proteger, a partir de ahí, podrá diseñar las estrategias adecuadas para transmitir el amor necesario para que los niños y niñas quieran cuidarlo per se; ya sea el patrimonio, el medio ambiente, los animales, el arte, etc.

martes, 7 de agosto de 2018

La falta de valores como motivo de la agresión al patrimonio

El pasado 6 de agosto los medios de comunicación y las redes sociales hacían eco de una gran agresión al patrimonio en la Catedral de Santiago de Compostela, en la cual, una persona tuvo la nefasta idea de pintar y escribir en una de las columnas de mármol de la fachada sur del templo. 


                                Pintada de la fachada de Platerías de la catedral de Santiago 
                                de Compostela (EFE). Imagen obtenida de El Confidencial

Como ciudadanos no deberíamos plantearnos el cómo de este tipo de actos, ni siquiera el quién, sino el por qué. La falta de Educación en Valores lleva al no respeto por el entorno y en consecuencia a su destrucción. La educación ética, moral y cívica de las personas debería ser una prioridad máxima dentro de nuestro sistema educativo, pero en lugar de dar un gran peso a estas áreas del conocimiento, se dejan de lado y al libre albedrío del criterio del profesor, que puede ser bueno o no tan bueno según lo que  aprobamos como valores prosociales y que se liga de manera inevitable a las creencias políticas, religiosas y morales de los docentes aunque se trate de enmascarar.