El pasado 12 de octubre, aprovechando el día festivo me decidí a acudir a visitar el Real Sitio de El Pardo; toda una maravilla a nivel histórico, cultural y por supuesto con un patrimonio natural digno de reseñar. Este Real Sitio en concreto no suele recibir un número de visitas muy elevado, tal como nos indicaban los trabajadores del lugar, pero coincidiendo con que por motivo de la Fiesta Nacional la entrada era gratuita, el número de visitantes era considerablemente alto.
Para mi grata sorpresa al comenzar la visita guiada al Palacio Real de El Pardo comprobé que éramos veinticinco personas y que entre nosotras había nada más y nada menos que cuatro niños y dos niñas ¡toda una oportunidad para enseñarles a amar el patrimonio! En concreto, los pequeños tenían tenían tres, cuatro, seis, siete y doce años. El resto del grupo eran hombres y mujeres de entre veintiséis y cuarenta años aproximadamente y un matrimonio de más de setenta años. Estos datos nos dan una pequeña idea sobre el público interesado en este tipo de actividades en función del rango de edad.
Antes de comenzar la visita al Real Sitio de El Pardo
Esperando impaciente el inicio de la visita aproveché para observar a los niños y niñas, ya que como Maestra de Infantil e interesada en Investigación Educativa vinculada al arte, al patrimonio natural y cultural y a la historia me fascina ir recogiendo información para poder recoger datos de cara a la mejora de la difusión de estos temas en el sector de la enseñanza tanto formal como informal, en especial dentro de la etapa educativa del segundo ciclo de Infantil, ya que los contenidos patrimoniales son claramente insuficientes tal como se puede ver en el currículo oficial. Lo que pude ver en el tiempo de espera en relación a la actitud de los visitantes fue lo siguiente:
- Desmotivación por parte de los niños y niñas de siete años en adelante hacia los museos.
- Comportamiento de exploración activa y curiosidad en los niños y niñas de tres a seis años.
- Ansiedad por parte de los acompañantes adultos por si los niños o niñas tocaban algo.
- Alta motivación del matrimonio de personas con edad superior a setenta años.
- Despreocupación por parte de los padres, madres o tutores de los niños en crear expectativas e ilusiones a los mismos sobre la actividad y el lugar.
- Indignación por el precio usual de la entrada al Palacio Real de El Pardo y a otros Sitios Reales y museos.
- Interacción de los niños de entre tres y siete años de edad de modo esporádico con sonrisas y juegos aunque no se conocían.
A modo de ejemplo de lo anteriormente citado, me llamó la atención de forma especial que una niña de unos siete años de edad comentó a su madre que ella no quería pasar a ver "el museo" porque era aburrido. La madre, lejos de motivar a su hija la regañó diciendo que siempre estaba igual, en lugar de contarle aspectos como que el lugar en el que estábamos era un Palacio y algunas curiosidades que seguramente habrían captado la atención de la pequeña y la habrían predispuesto a un mayor disfrute de la experiencia.
Los niños y niñas de edades más tempranas mostraban actitud de emoción ante la novedad, de explotación y una necesidad de tocar todo para conocerlo. Sus acompañantes adultos les reñían por no estar quietos y porque no se podía tocar, sin dar explicaciones del por qué y sin atender al modo de comprender la realidad en estas edades y de apropiarse del conocimiento de modo sensorial y lúdico a través de la acción y de sus órganos sensoriales.
Por otro lado, los asistentes adultos al Palacio Real de El Pardo estaban ilusionados con la visita guiada y manifestaban su malestar sobre el coste de la entrada durante gran parte del año, y justificando de este modo el no acudir a actividades de este estilo ya que les parecía "un robo". Este tema daría para otro post y sin duda, en otro momento lo retomaremos.
Durante la visita al Palacio Real de El Pardo
Al comenzar la visita todo el público estaba muy atento, la guía comenzó la misma empleando términos bastante complejos y fuera del alcance de la comprensión de muchas de las personas que allí estaban, mucho más para los pequeños y pequeñas. Si más, empezamos a ver salas, centrándonos básicamente en el componente artístico y sin concretar algunos de los datos que más atractivo hacen al lugar en cuestión.
Algunos de los aspectos de mayor relevancia que pude observar a lo largo de la visita fueron los siguientes:
- Transcurridos quince minutos la atención de los niños y niñas de tres a siete años se fue perdiendo.
- Los adultos pasados unos veinte minutos comenzaban a mirar sus teléfonos móviles y sus relojes.
- La conducta exploratoria de los niños de tres y cuatro años iba en aumento y deseaban tocar todo ante la negativa de sus padres, la ansiedad de los mismos y sus regañinas (lo cual convierte la experiencia de manera automática en algo desagradable para ambas partes).
- Motivando a los niños y niñas eran capaces de mantener la atención durante toda la visita (les propuse una actividad de ir contando y señalando todos los perros que viéramos en cada sala).
- La guía del grupo no mostraba interés por las reacciones del grupo, parecía un robot automático que estaba programado para "vomitar contenidos", su lenguaje corporal era cerrado y el verbal monótono, por lo que no transmitía ilusión ni amor por el Palacio Real del Pardo.
La conducta exploratoria de los niños es normal, pues conocen a través de los sentidos, tal vez, sería una parte importante a tener en cuenta para la visita de los más pequeños tener algún elemento que pudieran tocar, oler o escuchar de manera interactiva para emocionarles, pues la emoción es el elemento principal de la motivación y del aprendizaje. Por otro lado, la conducta de los adultos que acompañan a los menores debería ser más dialogante para explicar el motivo por el que muchos objetos no se pueden tocar en lugar de gritar, agarrar a los niños de forma brusca, etc.
Viendo que los niños empezaban a distraerse e incluso algunos de ellos a llorar, decidí intervenir; pues lo que podría ser la cuna del amor al patrimonio se había convertido en una especie de tortura a la que los niños y niñas se veían sometidos y ante la que no podían hacer más que permanecer quietos, sin hablar, sin tocar... ¡esto va en contra de la naturaleza humana amigos y amigas! Por ello, les propuse una sencilla actividad, pero que sabía que captaría su atención: señalar cada uno de los perros que se podían ver en relojes, cuadros, tapices y en otros objetos en cada sala ¡El resultado fue muy alentador!
Poco a poco fui captando el interés de los niños y niñas, les iba contando pequeñas cosas centrándome en sus intereses y aprovechando por su puesto todo lo que el Palacio Real de El Pardo ofrece, parece sensato pensar que los niños se interesan por aspectos como los animales, las rutinas de la vida diaria como la comida, el lugar de descanso del rey y de la reina, los juegos de los príncipes y las princesas y otros aspectos relacionados con los conocidos centros de interés de Decroly, bueno claro, que para estas cosas sería preciso contar con un equipo pedagógico y educativo especializado que sin duda tendría una gran repercusión en la diseminación del conocimiento en las primeras edades y por ende en el amor por la historia, por la cultura y el patrimonio que se traduciría en la educación en valores, en el respeto y cuidado por el entorno y por todo lo que él alberga.
El final de la visita al Real Palacio de El Pardo
Tras una hora de visita guiada por el palacio y gracias a la actividad de la "búsqueda de perros" los niños y niñas estaban contentos y hacían preguntas sobre lo que habían visto, prueba de que todo aprendizaje centrado en sus intereses y necesidades puede resultar un auténtico éxito. Teniendo en cuenta estas cuestiones, es preciso reflexionar sobre la necesidad de incorporar expertos en educación para este tipo de actividades ya que en la gran mayoría de casos no es cuestión de qué se cuenta, si no de cómo se cuenta, de cómo se transmite y de cómo se emociona.
Al acabar la actividad, estuve hablando con la guía para averiguar ciertas cuestiones como si se hacían determinadas experiencias enfocadas a niños tanto de Educación Primaria como de Educación Infantil y su respuesta fue que en el Palacio Real del Pardo se admiten grupos escolares de hasta veinticinco alumnos y alumnas, pero que la visita era igual que para los adultos, sencillamente se mostraba el palacio.
Bajo mi perspectiva, se podrían hacer un millón de actividades enfocadas al público infantil, e incluso se podría enseñar el palacio empleando técnicas como la realidad aumentada o con cuestiones tan sencillas como la incorporación de elementos sensoriales como texturas con telas de alfombra y tapices, fragancias y un largo etcétera que a todo maestro, pedagogo o educador se le vienen a la cabeza sin necesidad de pensar demasiado, y sin suponer un gasto económico desmesurado.
Los niños y las niñas amarán todo aquello que nosotros amemos, disfrutarán con aquellas actividades que nosotros disfrutemos diseñando y llevando a la práctica, y aprenderán lo que les motiva, lo que les divierte y conecta con su realidad. No se precisan medios ni materiales caros para hacer de una actividad como una visita a un Real Sitio una experiencia inolvidable. Aprovechemos los recursos naturales y culturales de los que disponemos para adentrar a los pequeños en un mundo por descubrir; en la pasión por su historia, en el respeto por su patrimonio, en el amor por el conocimiento ¿Te atreves a cambiar el paradigma?
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