lunes, 28 de enero de 2019

Del fracaso escolar al éxito: la importancia de un buen maestro

Hace años me avergonzaba de esto que os voy a contar:
Los que me conocéis ahora, pensáis que siempre he sido brillante en el ámbito académico, que mis calificaciones han sido siempre altas, que de un modo u otro ya estaba destinada para lo que hoy día tengo el placer de hacer; para enseñar e investigar en el ámbito educativo.
Os diré que la realidad dista mucho de lo que podéis imaginar; si preguntáis a mis profesores de la E.S.O os dirán que yo era un claro caso de fracaso escolar. Repetí dos veces en esta etapa educativa, me metieron en un programa de diversificación curricular (conocido en la actualidad como PMAR = Plan de Mejora del Aprendizaje y del Rendimiento), y mi única ambición era continuar con la gimnasia rítmica (deporte que practicaba desde los 3 años y en el que llegué a formar parte de la Federación Madrileña) y escribir.

Siempre fui una persona particular (como todas en realidad), de esas que o lo dan todo o no dan nada; supongo que como poetisa, lectora compulsiva de filosofía y otras muchas peculiaridades es algo normal, había algo que siempre me gustó, ¡Adoraba escribir!, desde los 4 años no recuerdo un solo día en el que no haya escrito poesía. Muchos de mis profesores me daban por perdida, aunque había algo que les hacía pensar que detrás de un comportamiento pasivo hacia los estudios y de distracción en el aula, se encontraba una alumna que podía tirar para adelante de modo espectacular. Uno de los profesores que me tenía como alumna en diversificación supo ver lo que me interesaba y tiró de mí, y tiró de él tanto que aún hoy siento la fuerza de lo que hizo, tal vez él nunca sea consciente de ello, o tal vez nunca lo fue (por desgracia no desconozco si sigue vivo).

José Ramón Tirado, mi maestro, mi mentor, aquel que creyó en mí, que me dio las fuerzas y la esperanza, que me ayudó a creer en mí misma; un claro ejemplo de efecto Pigmalión, es decir, por resumir de modo breve, un evidente caso de que las expectativas que un profesor o profesora tiene sobre sus alumnos o alumnas pueden hacer que estos brillen; que se queden en stand by o que se apaguen de manera transitoria, o por desgracia permanente. Este profesor regó la semilla del querer aprender, de amar el conocimiento, la sed de conocer…
Cuando otros me daban por perdida, José Ramón Tirado tomó la ardua tarea de creer en alguien que en ese momento no creía ni en sí misma, de luchar por sacar la luz de alguien que permanecía entre tinieblas.

Y así pasaron los cursos, saqué la ESO, el Bachillerato a la par que estudiaba la titulación de Auxiliar de Veterinaria, hice un Ciclo Formativo de Grado Superior, me fui de Erasmus, hice la Prueba de Acceso a la Universidad para subir nota y entré en el grado en Veterinaria y posteriormente, tras comprobar mi amor por la docencia me matriculé en el grado en Educación Infantil que me saqué con unas calificaciones muy buenas y me llevó a lograr el premio de excelencia académica, también saqué el certificado de profesionalidad en Interpretación y Educación Ambiental y algún que otro curso más.
En la actualidad estudio un máster y me encuentro pensando en el doctorado, también he disfrutado de una beca de colaboración en la Universidad Rey Juan Carlos y sigo investigando dentro del ámbito educativo. Mis proyectos de investigación interesan e incluso me han ofrecido ser profesora asociada en la universidad, lo que yo me pregunto es lo siguiente ¿Y si José Ramón Tirado no hubiera creído en mí?

Podría contaros como me vi en un ciclo formativo que a priori no quería estudiar y cómo la segunda gran maestra que pasó por mi vida; Mónica Orellana hizo que la pasión por la enseñanza en las primeras edades y por el conocimiento sobre su desarrollo evolutivo marcaran el camino de mi existencia. También podría deciros como por cabezona después del ciclo me matriculé en veterinaria y me fui a Lugo y a Zaragoza a vivir para formarme, mientras en mi interior se batallaba la lucha entre lo que se supone que quería y lo que deseaba en realidad,  pero no es el propósito de este post. Este tema lo retomaremos en alguna entrada próxima en el blog. Simplemente aclarar que la batalla acabó con lágrimas en los ojos tirada en la cama y gritándome a mí misma que lo que me apasionaba era enseñar, era aprender de los alumnos, investigar sobre el conocimiento, comunicar, sembrar semillas, en definitiva; ser maestra, pero no de esas que le gustan simplemente los niños, sino de las que comprende que jamás sabrá la grandeza de lo que el aprendizaje abarca, de esas que se deleita con la mirada ansiosa de aquellos que desean conocer, o de los que aún no saben que quieren aprender y van encauzando sus vidas a través de palabras, motivación y de los sentimientos que otros generan en ellos.


Por suerte di con mi tercer gran maestro, José Eloy Hortal, que siempre me hace ver mi liebre entre todas las que corren por el frondoso bosque de mi mente, y me ayuda a vislumbrar los objetivos; a no desistir, a luchar día a día ya no solo por mí y por mis sueños (que en muchas ocasiones son auténticas locuras), sino por la calidad educativa que nuestro país merece, por el avance en este campo, por la mejora permanente, porque ¿Por qué no? pues hasta las historias más malas con el peor de los inicios pueden tornarse best sellers.

Este post va para ti profesor, profesora, maestro, maestra, educador, educadora, padre, madre, abuelo, abuela… va para que comprendas que lo único que necesita todo aquel que emprende el camino hacia el conocimiento, es saber que crees en él, es ver en tus ojos la pasión, el amor; es creer en sí mismo porque tú sabes que puede, porque confías en sus posibilidades, porque estás para apoyarle.
Detrás de cada persona hay una historia; unos problemas, una lucha, una superación, unas inseguridades, unos miedos, unas ilusiones, una esperanza y una desesperanza.
Resultado de imagen de EFECTO PIGMALION Libre derechos
Este post va para decirte que riegues la semilla con cariño; que te digas a ti mismo que esa persona puede, que hagas que esa persona se diga a sí misma ¿por qué no?, que hagas que las raíces sean tan fuertes, que el árbol, por muchas tormentas que pase permanezca aferrado a su lugar, que enseñes a creer, que enseñes a volar. Que veas esperanza donde otros ven desesperanza, porque yo soy esa alumna que molestaba en clase, que suspendía todo, que llegaba tarde, o que se ausentaba, soy aquella alumna que no sabía que quería aprender, y también soy esa alumna que logró una beca Erasmus, una Eurobeca y el premio de excelencia académica, también soy esa alumna que sacó su grado de modo brillante, que logró la excelencia a nivel académico, que sigue formándose gracias a que un día, un profesor creyó en mí, gracias a que esa maravillosa persona hizo que me sintiera capaz, que nunca dijo “no puede” y me invitó a pisar el mundo y a dejar de pasar por él. Gracias a una maestra que me transmitió su pasión y a un maestro que pese a todas las adversidades confía en mis capacidades y me enseña día a día que no debo olvidar de dónde vengo y hacia dónde voy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario