En este artículo iba a
redactar una reseña resumiendo los puntos tratados en el diálogo con Franccesco Tonucci, el pasado 6 de abril
en su ponencia llevada a cabo en el Colegio Mirasur, pero el lugar de ello, me voy a tomar la
licencia de profundizar en uno de los aspectos en los que este gran "niñólogo" me ha invitado a reflexionar:
cómo lograr una vida ejemplar y feliz en nuestro alumnado.
Educar para una vida plena
y feliz es el reto más grande para todo aquel que pretende dedicarse a enseñar
en cualquier área y nivel educativo, e incluso en la enseñanza no formal e
informal. Lograr una vida exitosa entendiendo el éxito como felicidad propia y
como deseo de bienestar para con los congéneres que pueblan la tierra, parte de
un único aspecto que puede parecer sencillo: la clave está en no dejar que los
alumnos desistan de jugar con su juguete preferido a lo largo de toda su
vida.
Verdades pedagógicas incompletas
Fueron muchas las verdades
pedagógicas que escuchamos los asistentes a la ponencia de Tonucci en el Colegio Mirasur, que nos han ayudado a ampliar
nuestras miras y a salir del interés egocéntrico, en el que por desgracia muchas
veces nos vemos inmersos los docentes, lo que implica dejar de lado una
perspectiva educadora alocéntrica basada
en enseñar para maximizar las potencialidades de
nuestros discentes con el fin
último de aproximarles a su
felicidad, en la que no se puede denostar la importancia de la necesidad de
aportar activamente a la sociedad para lograr un proyecto de vida maduro, y una
verdadera vida ejemplar con altura de miras humanas.
Nos han mentido
amigos. Individualidación, paidocentrismo, principio de globalización, educación civil, uso de
ambientes, rincones, metodología por proyectos, uso de TIC, educación STEM... ni la Vieja Escuela Nueva ni las
nuevas viejas ideas se aproximan al boceto de lo que la enseñanza debería
ser.
Dar oportunidades de
descubrir, de aprender; propiciar la autonomía partiendo de la confianza en los
alumnos y/o los hijos, escuchar a los niños, permitirles "perder
tiempo" porque en realidad, es el momento en que el ser humano se regala
instantes para sí mismos y en ellos se aprende lo esencial. Es en esos momentos
en los que parece que no se está haciendo nada, cuando el individuo parece hacer cosas
sin sentido en los que está construyendo su proyecto de vida soñado, y en el
que sería plenamente funcional y feliz.
Enseñar a aprender, a
conocer, a saber estar, a saber hacer y sobre todo a saber ser. Conocerse y
conocer, caer y levantarse y por supuesto, educar desde la autonomía, desde la
confianza, el amor incondicional y el respeto, para propiciar la excelencia, no
sólo en lo académico sino a nivel vital ¿Cómo lograr esto? parece complejo
¿Verdad? porque en realidad ni nosotros mismos nos ponemos de acuerdo en lo que
a nivel moral está bien y mal.
Las claves de la felicidad
y de una vida ejemplar
Fueron unas niñas del colegio en
que se celebró la comunicación de Franccesco Tonucci la
que lanzaron dos preguntas que pusieron en marcha mi cerebro tratando de
buscar sin parar la solución a las mismas: ¿Cómo describirías una vida
ejemplar? seguida de ¿Qué crees que necesita un niño para ser feliz? A las
que Tonucci respondió de forma
conjunta lo que se viene a relacionar a continuación:
1. Ser uno mismo.
2. No renunciar a lo que se
quiere ser.
3. Jugar con el juguete que
más gusta a cada individuo toda su vida.
¿Cuántos docentes en
ocasiones pierden de vista el verdadero fin de su profesión? Las
escuelas deberían propiciar en sus alumnos la felicidad y la excelencia, y no
hay mejor modo de hacerlo que orientando a los sujetos a que realicen sus
vocaciones y talentos sin condicionar ni adoctrinar, porque todos y
cada uno de los individuos que componen la sociedad destaca en un ámbito y sólo
logrará la excelencia si se ejercita en las virtudes precisas a través de su
“juguete preferido”.
La escuela debería ser un
espacio en el que se fomentasen virtudes para que los chicos y chicas lograsen
el mejor desenvolvimiento en su entorno siendo respetuoso con el mismo y
consigo mismos. Y su verdadero triunfo consistiría en lograr que el máximo
número de estudiantes consiguieran jugar con su juguete preferido toda la vida;
pues sólo podemos brillar en aquello que amamos, en eso para lo que
de un modo u otro hemos nacido, para aquello que nos emociona, nos mueve, nos
hace ser mejores y hace que la sociedad por ende sea mejor para todos y todas.
¿Cuántos de nosotros
acabamos por olvidar nuestro juguete preferido entendiendo este como lo que más
nos gusta hacer, aquello en lo que nos sentimos hábiles, competentes y
felices? Puede que el juguete preferido de tus alumnos
o alumnas sea un balón, un cuaderno en el que escribir poesía, un aro, un estetoscopio
de médico, un cubo con palas para construir castillos, o vete tú a saber qué.
El juguete preferido puede variar a lo largo de los años, de hecho, es bueno
que el maestro sea capaz de ofrecer la mayor variedad posible de ellos para que
los alumnos vayan decantándose por
aquellos que más felices les hacen.
No todos somos buenos en
todo y esto es una realidad. Hay que velar desde la enseñanza porque se tenga
un mínimo cultural, pero sin dejar de lado que no somos robots. No todos
tenemos los mismos gustos, intereses, necesidades ni capacidades y únicamente
creyendo en lo que aman nuestros niños, adolescentes o adultos conseguiremos
que saquen de sí mismos su mejor versión en aquello a lo que decidan dedicar
sus vidas.
Son muchos los profesores
que se empeñan en romper los juguetes de los alumnos: “de escribir no se vive”,
“de bailar no vas a comer”, “estudia ingeniería que tiene más salidas”,
“¿Músico? Tú estás loco”… ¿Te suenan estos ejemplos? Es muy triste pero estas frases son escuchadas con mucha más
frecuencia de la deseada en las aulas y pasillos de los colegios e inclusive en
las casas de los más pequeños.
Cuando crecemos vamos
dejando de disfrutar de los caminos, de correr haciendo que somos aviones.
También dejamos de deleitarnos con cada maravillosa cosa nueva que se nos
presenta porque simplemente vamos con demasiada prisa. Alguien en un momento
dado nos instó a dejar de lado nuestro juguete preferido, nos dijo que debíamos
escoger una carrera o un ciclo formativo con "salida" en una sociedad
en la que el futuro laborar es un auténtico interrogante. Alguien nos aconsejó
apartar aquello que adorábamos para "tener un proyecto de vida realista, y
la única realidad es que esa es la cuna de la mediocridad.
Tal como ya apuntaba García Márquez,
cada uno de nosotros nacemos con unas predisposiciones y llegamos con ellas a
la escuela. Será competencia del maestro saber guiar al que aprende
para lograr una vida plena. Sólo podemos desarrollarnos plenamente si
nos dedicamos a lo que amamos, y exclusivamente podremos hacer lo que amamos si
nos permiten desplegar las alas y no cortan nuestros vuelos.
Ser docente no es una
profesión, ser docente es una inmensa responsabilidad para con la sociedad en
su conjunto y para cada persona que pasa por nuestras manos a lo largo de cada
año que desempeñamos nuestro
rol como educadores. No sólo es aconsejable invitar a hacer lo que gusta
siempre que sea algo moral fundamentándonos en una ética de mínimos, sino que
debería ser condenado censurar sueños, amputar creencias y decidir por los que
dependen en gran medida de nosotros.
y tú ¿Juegas con
tu juguete preferido cada día de tu vida? ¿Permites a tus alumnos y alumnas
jugar con lo que aman?
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