Tras la ponencia en
el centro de formación D`Arte de Frank Pucelik uno de los creadores del
Programación Neurolingüística (PNL) me ha surgido la idea de extrapolar el trabajo
que este gran pensador lleva a cabo con soldados con estrés postraumático a
la práctica educativa para reducir las tasas de abandono escolar en edades
tempranas.
Al igual que el
individuo tal como sostiene Pucelik, llega a perder su “humanidad” cuando se ve
sometido a la realidad que una guerra comporta y a la consiguiente pérdida de
valores, que suele desencadenar actitudes que cuesta reconducir para la
posterior integración en su entorno social de pertenencia, los alumnos cuyos
vínculos de apego resultan inseguros o desorganizados podrían perder esa
“humanidad” que les lleve al deseo de ser educados, y haciendo que su
desenvolvimiento social se vea limitado.
Pucelik & Oronoz. Conferencia sobre PNL.
Centro de formación D`arte
El efecto de
profecía autocumplida y el efecto halo son algunas explicaciones que podríamos
dar a que aquel que ha sido etiquetado
desde niño como “vago”, “incapaz”, “malo” y más barbaridades que se
escuchan a diario entre las miles de palabras que los adultos suelen decir
acerca de los pequeños y pequeñas en el día a día y que condicionan en gran
manera la cosmovisión que estos individuos desarrollarán.
Es preciso que el
que pretende educar tenga en mente las dificultades que puede estar pasando el
protagonista de la enseñanza y por lo tanto tendrá que lograr recuperar esa
“humanidad”; ese deseo de aprendizaje, de saberse y hacerse persona en sus
respectivos alumnos y alumnas.
No solo hace falta
creer en aquel que dejó de hacerlo o que inclusive nunca sintió que nadie
creyera en él o ella, hay que hacérselo saber a través de nuestro lenguaje. El poder de las palabras es tal que no solo cambia el mundo
de la persona en cuestión, sino que cambia a todos los que la rodean y por ende
al planeta en su globalidad.
Yo sé que puedes,
eres capaz, confío en ti, vales mucho, te quiero de modo incondicional, te
respeto… Son conceptos basados en palabras que empoderan, y es que el lenguaje
estructura nuestro cerebro, y en consecuencia moldea nuestros pensamientos, y
conductas. Somos lo que decimos y esto,
sobre todo en una sociedad como la nuestra, en pleno siglo XXI parece que se
está olvidando.
Si nos comunicamos
con violencia acabaremos siendo violentos, en caso de verbalizar palabrotas
estaremos ofendiendo y a la vez ofendiéndonos, si hablamos de los demás mal
acabaremos siendo lo contrario a buenos y si nos auto-indicamos que no valemos
acabaremos por creérnoslo y adaptaremos nuestra forma de actuar a esas palabras
que en un principio podemos pensar que no son tan importantes.
Creencias, valores y hábitos
Personajes como
Gandhi o Jesús tenían comportamientos consistentes. Las creencias y los valores
llevan a poner en práctica hábitos y todo se inicia a través de la observación,
todo ello está mediado por las palabras y es que, no debemos olvidar que las
creencias empiezan por las palabras, nuestro mundo se organiza en conjuntos de
letras que unidas evocan un significado y conducen a un modo de vivir y de
experimentar la existencia.
El educador es responsable de emplear un adecuado
lenguaje que lleve al discente a alcanzar su máxima plenitud humana en consonancia con unos valores prosociales que faciliten su
desenvolvimiento en el medio y la consecución de una vida buena enmarcada en un
modelo sostenible, que tenga como fin último la felicidad tanto individual como
interindividual.
Los humanos
ordenamos nuestro mundo entorno a conceptos que “dibujamos” en nuestro cerebro
en forma de imágenes a las que ponemos palabras para facilitar su comprensión,
asimilación y almacenaje.
Podríamos hablar
mucho sobre Programación Neurolingüística (PNL), aunque al no ser el objetivo
de este artículo simplemente concluiremos lanzando la siguiente cuestión
¿Programas a tu cerebro para lograr ser quien quieres ser? ¿Empleas un lenguaje
que maximice las posibilidades de tus alumnos y/o alumnas?
Por el mero hecho de hablar estamos educando y educándonos. Las palabras son puntos de referencia que estructuran nuestro mapa mental y nuestro mundo. El poder de las palabras es inmenso y ante tal poder únicamente podemos actuar con compromiso para con nosotros mismos y para con nuestros discentes.
Los maestros enseñamos millones de cosas, pero sin duda lo primero y último en lo que hemos de instruir es en el ser, en ayudar a las personas a saberse y sentirse humanas y esto no puede hacerse si no es empleando la lengua como medio para este fin, sabiendo que es el lenguaje humano una de las principales características que nos diferencia de las demás especies y que nos hace singulares, racionales y sobre todo responsables de la propia felicidad a nivel individual, social e inclusive superando las barreras interespecie.
Por el mero hecho de hablar estamos educando y educándonos. Las palabras son puntos de referencia que estructuran nuestro mapa mental y nuestro mundo. El poder de las palabras es inmenso y ante tal poder únicamente podemos actuar con compromiso para con nosotros mismos y para con nuestros discentes.
Los maestros enseñamos millones de cosas, pero sin duda lo primero y último en lo que hemos de instruir es en el ser, en ayudar a las personas a saberse y sentirse humanas y esto no puede hacerse si no es empleando la lengua como medio para este fin, sabiendo que es el lenguaje humano una de las principales características que nos diferencia de las demás especies y que nos hace singulares, racionales y sobre todo responsables de la propia felicidad a nivel individual, social e inclusive superando las barreras interespecie.
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