Los humanos, a través de nuestros pensamientos, de nuestras experiencias o de lo que nos dicen los demás vamos creando nuestro propio yo, es decir, nuestro autoconcepto o el sentido propio de la identidad. Lo preocupante es, que en la mayoría de individuos, este constructo mental es erróneo, está elaborado a base de falsas creencias, de palabras dañinas hacia uno mismo, de quiero y no puedo, de puedo pero no debo, de debo pero no quiero.
Nos ponemos barreras, hacemos de nuestra vida una vil marioneta al servicio de límites invisibles impuestos por la sociedad, por la familia, por nuestros maestros, e incluso por nosotros mismos.
Obviamente, cada uno de nosotros somos individuos con nuestras virtudes, nuestros defectos, nuestras capacidades y nuestras limitaciones reales, las cuales, debemos conocer en profundidad para adaptarnos y vivir plenamente sabiendo aceptarnos. Pero, en la mayoría de ocasiones, no son las barreras reales las que entorpecen nuestros actos, si no, esos límites ilusorios creados a partir de ideas ajenas o propias totalmente incoherentes y dañinas.
Hoy quiero hablar de Brady (en la fotografía), una perrita muy especial y de quien deberíamos aprender muchos de nosotros. Generalmente escuchamos muchos casos de éxitos entre humanos, de personas que superaron una enfermedad, que saltaron sus obstáculos reales o aprendidos, pero ¿qué es de los animales no humanos?, ellos, tienen mucho de que presumir en este tema. Su capacidad de adaptación y la inexistencia de los "no puedo" les convierte en seres ejemplares.
Brady fue abandonada y brutalmente atropellada. Cuando la recogieron, apenas podía moverse y únicamente pedía mimos y caricias, en su mirada se reflejaba el miedo, pero este, era superado por unas enormes ganas de vivir y así hizo, vivió.
Esta perrita, fue a dar con unas personas que pensaban al igual que yo, que los límites sólo están en nuestra mente y rechazaron la idea, como muchos otros habrían hecho de acabar con el sufrimiento de la perra de forma radical. Dejaron hablar a su corazón y escucharon lo que una gran mayoría habría obviado, dejaron hablar a su propia empatía e hicieron que Brady pudiera seguir viviendo, eso sí, adaptándose a su nueva vida.
Ayer tuve el placer de pasar la tarde con esta preciosa perrita y puedo asegurar, que me dio una gran lección. Ya adaptada completamente a su silla de ruedas se vislumbra en ella un halo de alegría, de simpatía y sobre todo, de fuerza. Para Brady, su silla no es un impedimento, es una parte más de su cuerpo, una parte más de sí misma.
Liberemos nuestras falsas creencias, nuestros "no puedo", rechacemos los límites impuestos, superemonos día a día, por que... la vida, al final trata de eso, de saltar barreras, de sentirnos vivos.
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Soraya R. Oronoz
Buen articulo como siempre amiga :))
ResponderEliminarGracias Andrés, un saludo, pasa buen día.
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